domingo, 5 de julio de 2015

ECONOMÍA FEMINISTA

Si revisamos a Berger (2008) “Desarrollo y Economía Feminista”, la economía feminista es una corriente de pensamiento económico heterodoxo que ha hecho énfasis en la necesidad de incorporar las relaciones de género, como una variable relevante en la explicación del funcionamiento de la economía y de la diferente posición de los hombres y las mujeres como agentes económicos.
Uno de los temas en los cuales debemos hacer hincapié es en la necesidad de recuperar la noción de provisión de bienestar individual y colectivo como objetivo fundamental de la economía, en el cual las grandes brechas de género lo restringen.
Se trata de pensar cuales de estas modalidades son más adecuadas en un país y momento determinado para mejorar el nivel de bienestar en conjunto de la población y establecer relaciones crecientes equitativas de género y clase.
Como las mujeres asumen el costo individual de la reproducción, reciben salarios inferiores por su condición de mujeres y en general están en las tareas menos calificadas, sin tomar en cuenta las injusticias en las que caen.

Amartya Sen nos recuerda que el proceso de desarrollo económico es el proceso de aumentar las capacidades de la gente, aumentar sus grados de libertad. En américa latina considerada como la región más desigual del mundo, se debe tender a aumentar el desarrollo económico transformado las relaciones de género para lograr un desarrollo sustentable.




GRANDES BRECHAS DE GÉNERO

GRANDES BRECHAS DE GÉNERO

La discriminación por razón de género es, a la vez, la más extendida y la menos evidente de todas cuantas existen en la sociedad. De ahí que sea tan difícil obtener transformaciones radicales cuando el compromiso no es tan profundo. Ocurre en Bolivia tanto como en la mayor parte de los países del orbe, y a menudo es estimulada por las propias mujeres.
Cambiar esta realidad desde la esfera del Estado requiere, entre otras cosas, de voluntad política, un marco normativo suficiente, instituciones para gestionar la tarea y presupuesto suficiente para hacerlas funcionar. Hasta donde se sabe, la primera de ellas existe, y la ostensible presencia femenina en espacios de toma de decisiones del Gobierno nacional es prueba de ello (lo cual no ocurre en el resto de los gobiernos subnacionales).
Un marco normativo suficiente está en pleno proceso de construcción, y además de medidas de redistribución como el bono Juana Azurduy, hay otras de carácter protectivo, como la Ley Integral para Garantizar a las Mujeres una Vida Libre de Violencia (Ley 348). Lo que falta, sin duda, son las instituciones, establecidas en las normas citadas y en otras similares, y el dinero para que cumplan su objetivo.
Así lo ha demostrado, además, un estudio de la Coalición de Mujeres publicado en abril, en el que se evidencia que la disparidad de género aún está marcada en el país y ello se refleja, por ejemplo, en la tasa de analfabetismo de mujeres que triplica a la de varones; en la remuneración laboral más baja que reciben ellas; y en las prácticas culturales patriarcales de los pueblos indígenas.
En ese marco, la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU Mujeres), en coordinación con instancias gubernamentales, se ha propuesto eliminar estas y otras diferencias a través del costeo de políticas y mecanismos que permitan afrontar el problema. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, para lograr la equidad de género, la región de América Latina y el Caribe tiene desafíos comunes en los ámbitos informativo, político, técnico, financiero e institucional. Según la Coordinadora del Programa de Presupuestos Sensibles al Género, de ONU Mujeres, “en Bolivia estamos muy avanzados en leyes para la equidad de género, pero lo que nos falta es promover la institucionalización de todo esto y ello parte de fortalecer un mecanismo propio que promueva acciones y políticas”.
El reto es grande, pero ojalá que no más grande que la voluntad manifestada hasta ahora. Toca que todos los niveles gubernamentales reconozcan que esta tarea los convoca tanto como al resto de la sociedad, y que en la planificación participativa se considere la dotación de presupuesto para hacer realidad las políticas públicas contra la discriminación de género. Un nuevo país puede ser el resultado.


NO PATRIARCADO

                                                         


El patriarcado según lo que establece Ybarnegaray (2012) “Dilemas de la Despatriarcalización en el Proceso de Cambio” es una forma de organización política, económica, religiosa y social basado en la idea de autoridad y liderazgo del varón, que se da el predominio del hombre sobre las mujeres, del marido sobre la esposa, del padre sobre la madre y los hijos.

Ha surgido de una toma de poder histórico por parte de los hombres quienes se apropian de la sexualidad y de su producto los hijos, creando al mismo tiempo un orden simbólico a través de los mitos y la religión que lo perpetúan como única estructura posible.

Al tratarse de un modelo que se sostiene en las construcciones de género, el sistema patriarcal puede ser sustituido por uno más igualitario y justo.

Por lo tanto, se trata de un sistema que se vaya amoldando a las diferentes etapas históricas, pero no viene determinado de forma biológica o en la naturaleza, y por tanto puede llegar a su fin. Implica cuestionar todo nuestro sistema actual de valores, tal y como ha hecho desde sus orígenes el feminismo y entonces modificarlo o abolirlo. Sólo entonces podremos hablar de igualdad, libertad y hermanamiento.



MEJORA DE TECNOLOGÍA PARA AMINORAR LAS BRECHAS DE GÉNERO

MEJORA DE TECNOLOGÍA PARA AMINORAR LAS BRECHAS DE GÉNERO

En todas partes del mundo, la tecnología, en particular la de la información y las comunicaciones, se presenta como una fuerza potente capaz de transformar la vida social, económica y política. En muchos casos, el desarrollo continuo y la aplicación de la tecnología han creado un amplio y novedoso espectro de oportunidades económicas y de empleo.

Dado que las mujeres representan una importante mayoría entre quienes carecen de acceso, esta brecha tecnológica adquiere una clara dimensión de género y, por ende, presenta múltiples aristas. Por un lado, hace referencia a una brecha entre los países que tienen y los que no tienen acceso fácil a los avances tecnológicos. Dentro de cada país, la división se profundiza entre los estratos socioeconómicos que tienen acceso a la tecnología y los que no lo tienen (en especial, en áreas rurales). Además, existe una brecha de género tanto entre los países como dentro de cada uno de ellos: casi en todas partes, las mujeres siguen a la zaga de los hombres en el acceso a la formación o en la aplicación de tecnología.

Para ponerse a la altura del desafío que plantea la tecnología, como señala la Unesco en su Plan de Acción para la Prioridad “Igualdad de Género” (2014 - 2021) es necesario contar con estrategias de desarrollo que combinen la nueva capacidad tecnológica con inversiones en una amplia variedad de sectores económicos tradicionales y no tradicionales. Estas estrategias deben estar respaldadas por mejoras educativas, desarrollo de competencias, e investigación y formación profesionales. La capacitación en el uso de tecnología es esencial, y constituye un paso clave para aprovechar las nuevas oportunidades económicas que se presenten. Estos dos elementos las estrategias y la capacitación revisten una importancia crítica para alcanzar el objetivo de crear más oportunidades para que mujeres y hombres obtengan trabajos decentes y productivos.

IMPORTANCIA DEL TRABAJO DEL HOGAR

IMPORTANCIA DEL TRABAJO DEL HOGAR

Las mujeres representan poco más de la mitad de la población mundial pero su contribución a la actividad económica medida, al crecimiento y al bienestar está muy por debajo de su potencial, lo cual tiene serias consecuencias macroeconómicas. A pesar de los significativos progresos logrados en las últimas décadas, en todo el mundo los mercados de trabajo siguen estando divididos por géneros y parece haberse estancado el avance hacia la igualdad de género.
Según Wanderley (2008), “Género, etnicidad y trabajo en Bolivia”, el trabajo desde el enfoque de género abarca tanto actividades generadoras de ingreso como aquellas desarrolladas en el ámbito de los hogares y de las comunidades que, pese a no generar un ingreso, son igualmente importantes.
La participación femenina en la fuerza laboral se ha mantenido por debajo de la participación masculina; y esto puede explicarse a que muchas mujeres realizan el trabajo doméstico vigente en la sociedad, las cuales asignan a las mujeres la responsabilidad del cuidado en el seno de las familias.
En este sentido, mejores oportunidades para las mujeres también pueden significar un mayor desarrollo económico en las economías en desarrollo, pero de igual manera el valorar y apreciar el trabajo doméstico es vital para apoyar a las mujeres a tener representatividad y mayores oportunidades.




CHACHA WARMI, HOMBRE MUJER, CHICO CHICA

                      

Para analizar la relación entre el concepto de “Chacha Warmi”, dualidad complementariedad y las prácticas cotidianas de la pareja en el trato en general entre hombres y mujeres, rastreando el origen de tal concepción e identificando las razones de la desaparición o mantenimiento del concepto “Chacha Warmi”, es necesario conocer la opinión de mujeres y de hombres referida al relacionamiento de “Chacha Warmi” en la práctica cotidiana, donde se cree que en la actualidad la población de la ciudad La Paz ha olvidado y ha perdió la práctica de lo que los aymaras han denominado “Chacha Warmi”.

Si revisamos a Farah – Sanchez (2008) “Perfil de Genero en Bolivia” el chacha warmi es la expresión de convivencia entre partes iguales o diferentes que tengan un propósito común, además de ser una relación de complementariedad.
Desde una perspectiva biológica “Chacha” significa hombre y “Warmi” mujer, y desde una perspectiva sociocultural significa matrimonio, unión de dos seres humanos opuestos, que rigen el modelo aymara de esposo y esposa, aquella relación de hombre y mujer basada en la armonía, equilibrio y/o balance. Asimismo, dentro esa esfera académica se critica al hecho de querer tapar realidades de discriminación contra la mujer mediante el discurso de la dualidad y complementariedad de “Chacha Warmi” y arguyendo la imposición de valores ajenos como es el tema de género.
Para terminar, el concepto de chacha warmi empezó con un objetivo de que ambos lleguen a un mutuo acuerdo o que ambos tengan un mismo fin, pero en realidad actualmente se ven diferencias en donde la mujer, siendo compasiva, no debe y no puede progresar más que un hombre o tener las mismas ventajas o accesos para poder desarrollarse en plenitud.

En distintos espacios: la chacra, el pastoreo y el hogar, se da una ruptura entre la concepción macro de “Chacha Warmi” y el diario vivir de la pareja. Asimismo, en la vida diaria, el relacionamiento entre la pareja no siempre se basa en la armonía ni tampoco en la discriminación hacia la mujer, por ello no es posible categorizar a todo el relacionamiento de la pareja como dice la concepción de la dualidad y la complementariedad de “Chacha Warmi”, sino que más bien existen tiempos y espacios en donde la pareja se ayuda, dialoga y consensúa, pero también existen tiempos y espacios en donde la relación de la pareja no recoge las características el relacionamiento ya nombrado.





APRENDAMOS A DEFENDERNOS CHICAS!!!

APRENDAMOS A DEFENDERNOS CHICAS!!!